750 grammes
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3 julio 2009 5 03 /07 /julio /2009 19:28

¿Cuántas veces hemos oído esta frase?. ¿Estás harto de comer el menú del día, en el burger de la esquina, en el la tienda de bocadillos del centro comercial, etc?. ¿Eres de los que piensa que comer en casa sale más caro que comer fuera? ¿Crees que cocinando en casa se ensucia mucho y te da pereza limpiar?. Estas en el blog adecuado.

Lo que pretendo con este blog es que la gente se anime a cocinar en casa. Aunque tu horario de trabajo te impida comer en tu domicilio, existe un abanico de platos muy sencillos que puedes llevártelos cómodamente envasados al trabajo. Fregar una cocina después de cocinar te llevara como mucho 20 minutos y a cambio ganaras muchos más minutos de salud y bienestar y sobre todo el placer de cocinar para uno mismo o quien sabe... igual antes de lo que esperas te conviertes en un chef de reconocido prestigio. En definitiva, que nadie te diga que ¡no sabes freír un huevo!


Si nos atenemos al significado de la frase que da título a este artículo, parece que freír un huevo es muy fácil y todo el mundo debería saber hacerlo. En realidad, freír un huevo aunque es algo muy básico, es un plato tan humilde que requiere hacerlo con
"mucho amor".
Si, lo se, suena cursi, pero ¿por qué los huevos fritos de la abuela no saben igual que los de vuestra madre?. Pues eso, por el amor con que la buena mujer los freía.

Para llevar este plato a la práctica necesitaremos los siguientes ingredientes:

- Todos los huevos que os apetezca comer. Mejor de cáscara colorada que blanca y evidentemente si alguno es de pueblo y tiene o conoce a alguien que tenga gallinas y pueda acceder a huevos caseros, mejor estos a los de granja.

- Aceite de oliva virgen extra.

- Una sartén antiadherente.

- Una espumadera.

- Un plato plano.

Ponemos un dedo de aceite en la sartén y la ponemos a calentar a fuego alto.

Acercamos la palma de la mano a la sartén para comprobar la temperatura del aceite. Éste debe estar muy caliente. Un vez alcanzado el calor óptimo, bajamos la potencia del fuego a la mitad y comenzamos a cascar los huevos en el canto del plato y los vamos dejando caer suavemente dentro del aceite caliente. Si os dan miedo las posibles salpicaduras del aceite o dejar caer el huevo de la cáscara a la sartén, podéis abrir el huevo en el plato y del plato pasarlo a la sartén. Siempre con sumo cuidado para evitar que se rompa la yema. 

Una vez el huevo comience a freírse es importante que no lo revolváis  con la espumadera para evitar romperlo. Si os gusta que la yema quede muy echa, con una cuchara vais cogiendo aceite de la sartén y lo vais echando por encima. Si os gusta tostadito (lo que se conoce como huevo frito con puntilla) éste alcanzará el punto óptimo cuando el borde de la clara comience a dorarse. Con el tiempo, cada cual se hace los huevos fritos a su gusto.


¿Ya esta listo?. Levantáis la sartén del fuego y con mucha delicadeza retiráis el huevo con la espumadera, esperando unos segundos hasta que se escurra el aceite y ya podéis pasar el huevo al plato. Ahora tenéis dos opciones: repetir el proceso, o echar un poquito de sal, coger un trocito de pan y disfrutar la cremosidad de la yema que solo un huevo frito echo con todo el amor del mundo puede tener.

¡Buen provecho!

Sugerencia: nada más retirar el huevo de la sartén, en vez de sal, echa una cucharada de azúcar sobre la yema. Ya me contarás.

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